English below
Es cierto. La fama que tiene Colombia entre los viajeros es acertada, al menos de acuerdo a nuestra experiencia. Los colombianos se nos han mostrado alegres y extrovertidos, curiosos y parlanchines, y sobre todo, fiesteros y rumberos. Pocas han sido las veces que se ha oído el silencio en Colombia. Muy al contrario, los colombianos necesitan del ruido de la música, muchas veces estridente, para poder funcionar. Tuvimos extraordinarias experiencias humanas, especialmente durante la primera mitad de nuestro periplo, cuando estábamos hambrientos de volver al mundo latino tras nuestra segunda aventura estadounidense. Pero luego llegó el mazazo, el shock que a todos nos llega sin poder hacer nada para evitarlo, el golpe del cáncer que nos arrebató del mundo a Ermanno, el padre de Evelin, y que nos hizo interrumpir por un año nuestro largo viaje a dos ruedas. Quizás por esto a nuestro regreso ya nada fue lo mismo. La segunda etapa colombiana fue como cuando uno enciende un ordenador viejo, que necesita su tiempo para resetear los programas y estar perfectamente operativos. Personas como Julián y Olga, Eugenio, Sammy, Gloria, o Martha, ayudaron a que fuéramos recuperando la memoria viajera y las viejas sensaciones.
Y ahora que miramos atrás, como hacemos siempre en los “bye bye” de cada país, no podemos dejar escapar una sonrisa pícara cuando recordamos nuestra lucha contra el bochorno de la costa caribeña, las hamacas de vallenato, nuestro homenaje a Gabo en su Aracataca de la infancia, los bomberos voluntarios que siempre nos abrieron sus puertos (a excepción de los de San José de Isnos), el pueblo de Aguachica y la mágica familia Caselles, Puerto Berrío y sus tele reporteros Benjamín y Maritza, las gentes y el acento de Antioquia, las sesiones de Masterchef con Jorge, los cafetales del Quindío, la soledad amazónica y si nos apuráis, hasta los aguaceros del Putumayo. Colombia fue un bonito beso del viaje, el más chévere desde nuestra México linda…
Pero como hormigas itinerantes que somos, nuestra brújula sigue marcando el sur, y hacia allí proseguimos. Ecuador, allá vamos!!!
English
It is true. Colombia´s reputation among travellers is the right one, at least according to our experience. Colombians are happy and sociable, curious and loudmouths and, most of all, party people and rumberos. Only a few times we experienced silence in Colombia. It´s the opposite, Colombians need the loud noise of music, sometimes strident, to be able to function. We had amazing experiences with the people, especially during the first half of our journey, when we were eager to go back to the Latin world after our second adventure in the United States. But then the shock arrived, the one that each one of us will have to experience sooner or later…Cancer took Ermanno, Evelin´s dad, from this world and made us interrupt our long bicycle trip for one year. Maybe because of this, when we went back to travelling, nothing was the same. Our second Colombian stage was like turning on an old computer, which needs time to reset its programs and start working properly again. People like Julián and Olga, Eugenio, Sammy, Gloria, Martha, helped us to restore our travel memory and our old emotions.
Now that we look back, like we always do when we say “bye bye” to each country, we cannot hide a cheeky smile when we think about our struggle against the Caribbean coast´s heat, the hammocks with vallenato, our tribute to Gabo in his childhood town Aracataca, the volunteer fire fighters who always opened their doors to us (except the ones in San José de Isnos), the village Aguachica with its wonderful Caselles family, Puerto Berrío and its TV reporters Benjamin and Maritza, Antioquia´s people and accent, the Masterchef´s moments with Jorge, Quindio´s coffee plantations, the Amazona´s loneliness and, believe it or not, even the Putumayo´s rainstorms. Colombia has been an amazing kiss from our trip, the best one after our Mexico lindo…
But like moving ants, our compass keeps on signing south, and that is where we go. Ecuador, here we come!!!